sábado, 14 de agosto de 2010

Lo sucedido durante mi guarda resguardando el castillo de la hermosura.

Al inicio de mi guarda escuché un canto como de mozo de mulas, al poco rato se detuvo. Mi caballeresca mente no podía dejar de pensar en su razón de vivir, suspiros venían y se iban, preguntándome que hará en ese momento la tu merced? ¡Oh señora mía! Dulcinea del Toboso. ¡Oh luminaria de las tres caras! dame tu nuevas de ella. Que por ella mi corazón padece, gloria ha de dar a mis penas, vida a mi muerte y premio a mis servicios. De pronto, una voz me empezó a hablar una voz desde una ventana de aquel castillo. Era la hermosa doncella, vencida por su amor, me solicitaba desde allí. No siendo descortés, fui con Rocinante donde ella estaba y principalmente me disculpé pero ella me pidió darle una de mis manos para poder salir de aquella ventana. Sentía que me maltrataban la mano. Me dí cuenta que otra vez había sido presa de encantamento y quedé atado. Con mucho enojo trataba de soltarme pero con mucho cuidado porqué si Rocinante se movía, quedaba yo atado. Invoque y pedí ayuda de todos los que me pudiesen ayudar. Me llego a alcanzar el amanecer, hasta que algún desencantador me desencantase. Llegaron cuatro hombres llamando a la puerta. Les dije que a esas horas nadie iba a abrir las puertas del castillo. Los repugnantes señores insistían en que era aquel castillo una venta y en esas discusiones ha de traer la maldita ventura de aquel día, que mi caballo se moviese, me resbalara de la silla y quedara yo colgado casi en el suelo, atado de un brazo, sentía que mi muñeca se cortaba y que mi brazo se arrancaba. Hasta que fui desencantado y caí al suelo, con mi valentía de caballero, me levanté, monté en Rocinante, embrace mi adarga, enristré mi lanzón, y salí a galope sobre Rocinante.

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