sábado, 16 de octubre de 2010

Algunos hechos ocurridos en casa.

Las voces provenían de mi ama y mi sobrina, quienes detenían a Sancho Panza en la entrada, sin mínima intención de dejarlo pasar. Prudentemente mande a que dejaran pasar a Sancho. Hable con él, y le explique el quando caput dolet..., pues era necesario esclarecer algunas ideas de Sancho. Pregunté qué se decía de mí en ese lugar. Me contó Sancho de las imprudentes e ignorantes calumnias de ciertos vasallos e hidalgos. Pero también me entere, que nuestra historia ya estaba siendo escrita, nombrándome como El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha y a Sancho por su nombre. La fuente de esta información era un tal Sansón Carrasco, quién informo a Sancho sobre el autor de esta obra, quien era: Cide Hamete Berenjena. Mande a traer al bachiller Carrasco, para poder informarme, de amplia manera, sobre lo dicho por Sancho.

Imagine que algún sabio había hecho mis caballerescas hazañas en estampa. Pensé que por el nombre: Cide, aquel autor fuese moro.

Recibí al bachiller, quién me introdujo sin que yo hubiese dicho palabra. Me afirmo que había hasta doce mil libros de mi historia, impresos y distribuidos por Portugal, Barcelona y Valencia. Pregunté al Bachiller sobre las hazañas que se ponderaban en la historia. A lo cual me contó Carrasco algunas hazañas que se contaban. Empezó Sancho a decir imprudencias, hasta que lo detuve e hice que Sansón continuara. Pero el ímpetu de Sancho, prosiguió contando de su prometida ínsula por gobernar. Contó Carrasco que una de las tachas de la historia, era la novela El Curioso Impertinente, cuestioné, entonces, la sabiduría del autor de mi historia. Argumente mi razonamiento a esa afirmación y escuche los argumentos del Bachiller, en cuanto a la responsabilidad de publicar un libro. Sancho se fue a su casa, pues moría de hambre. Yo me quedé en penitencia con Sansón, hasta que Sancho regresó y renovamos nuestra plática.

Respondió Sancho todas las preguntas de Sansón, sobre partes de la historia que en el libro no se contaban. Pregunté a Carrasco, si había otra cosa que enmendar en esa leyenda y si el autor prometía segunda parte. De cosa que enmendar, no sabía Sansón, con certeza y de la segunda parte tampoco. De pronto se escucharon relinchos de Rocinante, felicísimo agüero fue ese, y prometí hacer otra salida dentro de tres o cuatro días. Pedí consejo a Sansón al lugar de donde comenzaría mi jornada. El Bachiller me aconsejo el reino de Aragón y a la ciudad de Zaragoza, por las solemnísimas fiestas de San Jorge. Proseguía Sancho con su repetitivo discurso catedrático. Rogué al bachiller que compusiera unos versos, de tal manera que el nombre de Dulcinea del Toboso, se leyera de alguna manera. Quedamos en eso y se decidió que la salida iba a ser de allí a ocho días.

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