sábado, 19 de febrero de 2011

Lo acontecido después de la partida del castillo de don Diego.

Poco trecho habíamos recorrido saliendo del castillo de Don Diego, cuando nos encontramos con dos estudiantes y dos labradores, al parecer. Saludé a los desconocidos, presentando mi oficio y profesión. Los caballeros me ofrecieron que los acompañara a la presenciar la mejor boda y más rica de todas. Se trataba de la novia Quiteria la Hermosa y el novio Camacho el Rico. Me contaban entre los dos labradores, el bachiller y el licenciado que el verdaderos enamorado de Quiteria era Basilio, hombre con enormes agilidades físicas. Por lo que merecía ese mancebo no solo casarse con la hermosa Quiteria, sino con la misma reina Ginebra, si fuera hoy viva. Pero el problema estaba en los intereses del padre de Ginebra pues no le parecía adecuado casara a su hija con un hombre que no tuviera tantos bienes de fortuna.

En estas conversaciones, empezó Sancho a decir tantos refranes, sentencias y disparates juntos, que como es de costumbre, no se le entendiere ni la mitad de lo que decía.

Comentaba el Licenciado que él había estudiado Cánones en Salamanca. No estando conforme con la manera de pensar del Licenciado, el Bachiller Corchuelo, debatió sus ideas acerca de la destreza de la espada, hasta alcanzar el punto en que tuve que ser maestro de esgrima y juez de esa, no muy averiguada cuestión.

El Licenciado abatió al Bachiller hasta lograr cortarle de estocadas todos los botones de una media sotanilla que traía vestida Corchuelo.

Para sorpresa y demostración de la gran madurez de ambos, quedaron satisfechos, uno por afirmar su opinión y el otro agradecido con el destino por haberlo hecho caer en razón.

Llegamos a la aldea Quiteria, de donde todos eran. Me pidieron que entrar en el lugar donde se celebrara con muchos cantos y música la boda, pero como mis órdenes de caballería lo ordenan tenía que dormir por los campos y florestas antes que en los poblados.

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