domingo, 6 de marzo de 2011

De la aventura de la cueva de Montesinos, corazón de la Mancha

Elogios y regalos recibimos mi escudero y yo en el pueblo de Basilio. Comenté a Basilio los grandes honores y belleza que la mujer posee. Tres días estuvimos con los novios, donde fuimos servidos como reyes. Le pedí al Licenciado que me diera una guía para llegar a la cueva de Montesinos, pues gran deseo de ir allá tenía. Y conocer las maravillas que se decía en ella habían. El Licenciado me ofreció que un primo suyo, lector de libros de caballería, me llevase hasta la boca de la cueva. Camino a Montesinos, me contó el primo del Licenciado, que era de profesión: humanista y se dedicaba a componer libros y publicar libros. En estas pláticas de libros y disparates de Sancho, se nos pasó el día. A la noche nos albergamos en una aldea, a dos leguas de la cueva de Montesinos. Compré casi cien brazas de soga para atarme y descolgarme en las profundidades de la cueva. A la tarde siguiente, llegamos a la cueva. Me ataron, el Primo y Sancho, y con la realizada oración, empecé a descender. Sin imaginarme la clase de aventuras que me esperaban! Me sacaron. Quitándome de la más sabrosa y agradable vida y visita que ningún humano ha visto ni pasado. ¡Oh Desdichado de Montesinos! ¡Oh mal ferido Durandarte! ¡Oh sin ventura Belerma! ¡Oh lloroso Guadiana! ¡Desdichadas hijas de Ruidera! Todos parte de las aventuras que de mis entrañas salen para contarles! No sin antes sosegar el hambre que traía. Después de la cena conté a ambos las admirables cosas que había visto en la profunda cueva de Montesinos. Aunque sean todas historias que quedaran en mi mente para siempre, no por eso, voy a dejar de mencionar aunque sea la esencia mágica caballeresca.

Al descender en la cueva caí en un sueño profundísimo, despertándome en el más bello prado, jamás visto. En él me recibió de un palacio el verdadero Montesinos. En él vi al primo y amigo de Montesinos, Durandarte, el cual yacía en carne y hueso en un sepulcro de mármol debido al mago Merlín y su encatamento. También estaban encantados Belerma, la dama de Durandarte, su escudero, Guadiana y la buena Ruidera y sus siete hijas y dos sobrinas, las cuales están convertidas en otras tantas lagunas, por llorar por la compasión que debió de tener Merlín de ellas. Guadiana fue convertido en un río de su mismo nombre, quién se sumerge en su misma tierra por pesar de dejar a Montesinos. Nada de eso sirvió para que Durandarte respondiera a las explicaciones de Montesinos, fuerte encantamento debe de tener el demonio de Merlín sobre el gran amigo de Montesinos.

Encantados han estado todos estos y más, por quinientos años.

No sin falta una parte no muy cuerda de la historia, pues Montesinos se atrevió a comparar a la señora Belerma con mi señora Dulcinea. Lo que no calzaba era el tiempo que Sancho y el Primo dijeron que yo había estado en la cueva, que era una hora, mientras que yo había estado tres días en aquel eterno encantamento. Cuando reconocí a mi señora Dulcinea del Toboso en aquellos campos, trate de hablarle pero no hizo caso mi dama y huyó. Mientras, Sancho reía como si fuera buena broma que estuviese contando. Una de las compañeras de mi señora Dulcinea, se acercó y pidió media docena de reales. Pero no llevaba sino cuatro reales conmigo. Se los di.

En esta parte de mi historia, seguía Sancho juzgando y jurando que mi juicio había sido encantado y dañado. Todo esto, caía en la razón de Sancho por la poca experiencia en las cosas del mundo. Solo contando serias e indiscutibles historias podrá mi escudero entender lo que le he dicho.

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