
Finalmente, los infames cuadrilleros cayeron en cuenta y el cura pagó, no entendí porqué, ocho reales por el yelmo del Mambrino así no se llamase engaño jamás. Así se calmaron los ánimos en el castillo. Quedé libre y me pareció que debía seguir adelante con la aventura del reino de Micomicón. Previne a la princesa para continuar con nuestra misión. A la mano de Dios dimos seguimiento a la misión. Pero salió Sancho, otra vez, tratando de impedir el cumplimiento de mi misión y con sus afirmaciones falsas. Así me enfade tanto que sus cuantas verdades le dije:¡Oh bellaco villano, mal mirado, descompuesto, ignorante, infacundo, deslenguado, atrevido, murmurador y maldiciente! Para tales palabras que osó a decir enfrente mío y de todas las doncellas del castillo. ¡Vete villano! Me disculpé por las bellaquerías de mi escudero, pero tendría que a ver sido por vía de encantamento que Sancho dijere todos esas acusaciones juntas.
Me fui a descansar. Cuando desperté, estaba inmóvil, mudo y con muchos fantasmas de ese maldito castillo alrededor. Me encerraron en una jaula y una voz decía que profesaba, que estuviera yo tranquilo porqué con el curso de mi caballeresca vida, llegaré a la flor de la caballería andante, casado con mi Dulcinea del Toboso, de cuyo feliz vientre saldrían mis hijos, para gloria perpetua de la Mancha. Supe que podía confiar en la bondad del sabio encantador que estaba a cargo de mis cosas.
Extrañamente me llevaron sobre un carro de bueyes, que me confundía, pues no es común que a los caballeros andantes los llevan así. Pero todo era posible en estos encantamentos. Sancho insistía uno de aquellos fantasmas endiablados olía a ámbar, pero eran puros engaños de ese diablo. Se despidieron, muy tristemente, de mí, la señora del castellano y su doncella. Las consolé y di esperanza de que Dios me sacara de este encantamento.
Sentado en la jaula, amarrado de las manos, empezamos a caminar. Tras dos leguas, llegamos a un valle, para alimentar y descansar los bueyes. Llegaron unos señores en caballo. Uno preguntó porqué me llevaban así, me dijo que sabía de caballería así que, entendería lo que le dijese. Conté al Canónigo, mi historia. Sancho llegó renegando el hecho de que estuviese yo encantado, discutió entonces con dos de los fantasmas endiablados, éstos se fueron a conversar con el Canónigo, adelante.
Lau, y tus últimas andanzas???
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