
Recuperados de ésta encrucijada nos adentramos en un bosque que estaba junto al lugar de los hechos. Orgulloso de otra de mis exitosas batallas comentaba con mi escudero de la maravillosa historia que construíamos y que jamás hubo una igual, una con un caballero con tanto brío en acometer, más aliento en el perseverar, más destreza al herir, ni más maña en el derribar. Le conté a Sancho sobre el bálsamo y cómo lo debía aplicar si en alguna batalla llegase el enemigo a partirme por la mitad. Explicaba también a Sancho sobre el cuidado ante las encrucijadas, pues se seguro íbamos a ser atacados en repetidas ocasiones. Explique, también a Sancho que la honra de los caballeros era no comer en mes, y si fuese del caso, comer lo que se tenga a mano. Después de comer algunas hierbas, frutas secas y alforjas nos dirigimos hacía el poblado antes de que anocheciese, pasamos la noche junto a unas chozas de unos cabreros, a cielo abierto, lo que facilitaba la prueba de mi caballería.
No hay comentarios:
Publicar un comentario