sábado, 24 de abril de 2010

La desgracia durante la fracasada búsqueda.

Seguíamos, Sancho y yo, a Marcela por el monte donde vimos, ella se adentró. Anduvimos más de dos horas, buscándola pero sin éxito de encontrarle. Llegamos a un prado lleno de fresca hierba donde pasamos la siesta y comimos lo que encontramos. Desgraciadamente irrumpieron la paz una gente soez y de baja ralea quienes apalearon a Rocinante. Venganza debíamos tomar, saque mi espada y arremetí contra los yangueses que puede, pero eran mayoría. Nos derribaron al igual que Rocinante. En el suelo tendidos, contaba yo a Sancho del proceder cuando aparecen canallas como esos, yo no podía atacar porque ellos no están armados caballeros pero Sancho si podía atacar y derrotarlos a su manera. Pero mi escudero se echo para atrás en esa decisión. Entonces tuve que explicarle la importancia de saber manejar éstas situaciones ya que era necesario para gobernar una ínsula, por ejemplo. Le explique la gran vida de los caballeros andantes y los peligros que ésta profesión implica. Después de ese largo tiempo nos levantamos con muchísimos costos y quebraduras.

Seguimos nuestro camino y descubrimos un castillo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario