domingo, 12 de junio de 2011

Nuevas fortunas.

Ya me hacía falta alguien, especial por supuesto, alguien que representaba todo con lo que un honrado caballero como don Quijote de la Mancha pudiese soñar. Únicamente con su nombre se cantaba con presteza la belleza y dignidad que Dulcinea daba por verdad. Como si las horas fuesen segundos llegó la noche, encantada de tanta y tan perfecta lírica, ansiosa de estar presente en cada uno de los místicos sueños que las mentes de sus dueños relataban.

A la mañana siguiente, nos ha traído la fortuna tan respetuosos; duque y duquesa. Conocían mi historia tan bien como los libros de caballería lo contaban. Nos invitaron tan educados duques a su castillo, y sin poder rechazar tal oferta, los acompañamos.

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