Un día acompañamos a los hombres de montería, en aquella hazaña. Sancho y sus desdichas; quedo guindando mientras un jabalí venía hacia él. Pero el jabalí fue atrapado por los cazadores. Cuando cayó la noche, en medio del bosque, estaban puestas unas tiendas con todo preparado para la cena victoriosa del animal. Hablaba Sancho con aquella enredadera de refranes, que solo él entendí a cabalidad.
En un momento, caminando por el bosque, se veía como si ardiese todo el lugar y se escuchaba un escandalo y desordenado montón de instrumentos. Apareció un hombre; “el diablo”, diciendo que me buscaba para decirme como debía desencantar a Dulcinea, pues Montesinos lo mandaba y traía a mi dama. Ahí iba a esperar firme así mil tropas del infierno me atacaran. Se acercó a nosotros un carro, con un viejo venerable que dijo que era el sabio Lirgardeo. En otro carro venía otro viejo; dijo que era el sabio Alquife. En otro iba Arcalaus el encantador.
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